BIOLOGIA DE LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS



Los microorganismos se encuentran por todas partes: en la tierra, en el agua dulce y salada, en el fondo del océano y en el aire. Diariamente los comemos, bebemos y respiramos. No obstante, a pesar de su aparente presencia abrumadora, rara vez invaden, se multiplican y producen infección en los seres humanos. Incluso cuando lo hacen, la infección es a veces tan leve que no provoca ningún síntoma.

De hecho, existen pocos microorganismos capaces de causar enfermedades. Muchos de ellos viven sobre la piel, en la boca, en las vías respiratorias, en el intestino y en los genitales (particularmente en la vagina). El que permanezcan como un inofensivo compañero o invadan y causen una enfermedad en el huésped depende de la naturaleza del microorganismo y de las defensas del cuerpo humano.

Flora residente


Una persona sana vive en armonía con la flora microbiana normal, que se establece (coloniza) en determinadas zonas del cuerpo. Esta flora, que por lo general ocupa un lugar concreto, recibe el nombre de flora residente. En lugar de causar una enfermedad, esta flora suele proteger el cuerpo de los microorganismos que provocan enfermedades. Si resulta alterada de alguna manera, rápidamente se recupera. Los microorganismos que colonizan al huésped desde unas horas a unas semanas, pero no se establecen en él de forma permanente, se llaman la flora transitoria.

Diversos factores medioambientales (como la dieta, las condiciones sanitarias, la polución del aire y los hábitos higiénicos) influyen en el desarrollo de las especies que van a constituir la flora residente de un individuo.

Por ejemplo, los lactobacilos son microorganismos que suelen vivir en el intestino de quienes consumen muchos productos lácteos. El Hemophilus influenzae es una bacteria que coloniza las vías respiratorias de las personas que padecen enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

En determinadas condiciones, los microorganismos que forman parte de la flora residente de una persona pueden provocar una enfermedad. Por ejemplo, los estreptococos piógenos pueden vivir en la garganta sin causar daño alguno, pero si las defensas del organismo se debilitan o si los estreptococos son de una variedad particularmente peligrosa, pueden provocar una faringitis estreptocócica (infección de garganta). De forma similar, otros microorganismos que forman parte de la flora residente se volverían invasores, provocando enfermedades en el individuo que tiene alteradas sus barreras defensivas. Por ejemplo, quienes padecen cáncer de colon son vulnerables a la invasión de microorganismos que normalmente viven en el intestino; éstos pueden trasladarse a través de la sangre e infectar las válvulas cardíacas. La exposición a dosis masivas de radiación también puede ocasionar una invasión por parte de estos microorganismos y conllevar una infección grave.


Cómo se desarrolla la infección

Las enfermedades infecciosas son, por lo general, provocadas por microorganismos que invaden el cuerpo y se multiplican. La invasión se inicia, habitualmente, mediante la adherencia a las células de la persona afectada. Este proceso es muy específico e implica acoplamientos entre la célula humana y el microorganismo, similares a los de una llave con su cerradura. El que éste permanezca cerca del punto de invasión o bien se extienda a puntos lejanos depende de factores como la producción de toxinas, enzimas u otras sustancias.

Algunos microorganismos que invaden el cuerpo producen toxinas (venenos que afectan a las células cercanas o distantes). La mayoría de éstas tiene componentes que se unen específicamente con moléculas de ciertas células (células diana), donde causan la enfermedad. En el tétanos, el síndrome del shock tóxico y el cólera, las toxinas desempeñan un papel básico. Unas pocas enfermedades infecciosas son causadas por toxinas producidas por microorganismos fuera del cuerpo, como por ejemplo la intoxicación alimentaria causada por estafilococos.

Tras la invasión, los microorganismos deben multiplicarse para producir la infección. Por consiguiente, pueden suceder tres cosas: primero, que estos microorganismos sigan multiplicándose y desborden las defensas humanas, proceso que puede causar suficiente daño como para matar al enfermo; en segundo lugar, se puede alcanzar un estado de equilibrio, desarrollándose una infección crónica; ni los microorganismos ni el afectado ganan la batalla, y en tercer lugar, la persona, con o sin tratamiento médico, consigue erradicar el microorganismo invasor. Este proceso restablece la salud y suele proporcionar una inmunidad duradera frente a otra infección producida por el mismo microorganismo.

Muchos de los microorganismos causantes de enfermedades, tienen propiedades que aumentan la gravedad del proceso (virulencia) y resisten a los mecanismos de defensa del cuerpo. Por ejemplo, algunas bacterias producen enzimas que rompen los tejidos, permitiendo que la infección se extienda más rápidamente.

Algunos microorganismos cuentan con mecanismos para bloquear los sistemas de defensa del cuerpo. Por ejemplo, pueden ser capaces de interferir la producción de anticuerpos o el desarrollo de las células T (una variedad de glóbulos blancos) específicamente armados para atacarlos. Otros tienen cubiertas externas (cápsulas) que impiden su ingestión por parte de los glóbulos blancos. El hongo criptococo, de hecho, desarrolla una cápsula más gruesa después de entrar en los pulmones. La razón es que su cápsula adquiere mayor espesor cuando está en una atmósfera de anhídrido carbónico y en los pulmones existe más gas de este tipo que en la tierra, que es donde normalmente vive. Por lo tanto, los mecanismos de defensa del organismo no resultan tan eficaces cuando el criptococo infecta los pulmones. Algunas bacterias ofrecen resistencia a ser destruidas (lisis) por sustancias que circulan en el flujo sanguíneo. Otras incluso producen sustancias químicas que contrarrestan los efectos de los antibióticos.

Cómo una infección afecta al cuerpo humano

Ciertas infecciones producen cambios en la sangre, el corazón, los pulmones, el cerebro, los riñones, el hígado o los intestinos. Al identificar estos cambios, el médico puede determinar que la persona padece una infección.


Cambios en la sangre

Como parte de las defensas del organismo contra la infección, la cantidad de glóbulos blancos suele aumentar. Dicho incremento puede producirse en pocas horas, en gran medida por la liberación de glóbulos blancos almacenados en la médula ósea. Lo primero en aumentar es el número de neutrófilos y, si la infección persiste, aumentan los monocitos, siendo ambos dos variedades de glóbulos blancos. También lo son los eosinófilos, que aumentan con las reacciones alérgicas y las infestaciones parasitarias, pero no suelen hacerlo con las infecciones bacterianas.

Ciertas infecciones, como la fiebre tifoidea, disminuyen el número de glóbulos blancos. Tal disminución puede producirse porque la infección es tan importante que la médula ósea es incapaz de producir glóbulos blancos con suficiente velocidad como para reemplazar los perdidos en la lucha contra la invasión.

La anemia puede ser el resultado de una hemorragia a causa de la infección, por la destrucción de los glóbulos rojos o bien por la depresión de la médula ósea. La infección grave puede provocar una coagulación diseminada en todos los vasos sanguíneos, lo que se conoce como coagulación intravascular diseminada. El mejor modo de revertir esta situación es tratar la enfermedad de base, en este caso la infección. Una caída en los valores de las plaquetas de la sangre sin ningún otro cambio también puede indicar una infección subyacente.

Cambios en el corazón, los pulmones y el cerebro

Los posibles cambios cardíacos producidos durante una infección consisten en un aumento del ritmo cardíaco y en un incremento o disminución del volumen de sangre expulsado con cada contracción (gasto cardíaco). Aun cuando las infecciones, habitualmente, incrementan el ritmo cardíaco, algunas, como la fiebre tifoidea, hacen que el pulso sea más lento de lo que cabría esperar por la gravedad de la fiebre. La presión arterial puede descender. En una infección grave, la dilatación de los vasos sanguíneos puede derivar en una fuerte caída de la presión arterial (shock séptico).

La infección y la fiebre suelen hacer que se respire más rápidamente (incremento de la frecuencia respiratoria), lo que supone que más anhídrido carbónico es transferido desde la sangre y exhalado, haciendo que ésta se vuelva más ácida. La rigidez pulmonar aumenta y ello puede interferir en la respiración y derivar en una enfermedad conocida como síndrome de distrés respiratorio agudo. Los músculos respiratorios del tórax también pueden fatigarse.

Las infecciones graves también pueden provocar anomalías en la función cerebral, tanto si un microorganismo invade de forma directa el cerebro como si no. Las personas de edad avanzada son particularmente propensas a sufrir estados de confusión. La fiebre muy alta puede provocar convulsiones.

Cambios renales, hepáticos e intestinales

Los cambios renales pueden abarcar desde una pequeña pérdida de proteínas en la orina hasta una insuficiencia renal aguda. Éstos pueden ser provocados por el debilitamiento del corazón, la caída de la presión arterial o el efecto directo de los microorganismos sobre el riñón.

Muchas infecciones pueden alterar la función hepática, aun cuando los microorganismos no ataquen directamente al hígado. Un problema frecuente es la ictericia causada por una acumulación de bilis (ictericia colestásica). La ictericia es un signo preocupante si se origina a partir de una infección.

Una infección grave puede provocar úlceras de estrés en la parte alta del intestino, pudiendo derivar en una hemorragia. Por lo general, sólo se produce una pequeña pérdida de sangre, pero en un pequeño porcentaje de personas la hemorragia puede ser grave.

Defensas del cuerpo contra la infección

Las defensas del organismo contra la infección incluyen barreras naturales, como la piel; mecanismos inespecíficos, como ciertas clases de glóbulos blancos y fiebre; y mecanismos específicos, como los anticuerpos.

Por lo general, si un microorganismo atraviesa las barreras naturales del cuerpo, los mecanismos de defensa específicos e inespecíficos lo destruyen antes de que se multiplique.

Barreras naturales

Por lo general, la piel evita la invasión de muchos microorganismos a menos que esté físicamente dañada, por ejemplo, debido a una lesión, la picadura de un insecto o una quemadura. Sin embargo existen excepciones, como la infección por el papilomavirus humano, que provoca verrugas.

Otras barreras naturales eficaces son las membranas mucosas, como los revestimientos de las vías respiratorias y del intestino. Generalmente, estas membranas están cubiertas de secreciones que combaten a los microorganismos. Por ejemplo, las membranas de los ojos están bañadas en lágrimas, que contienen una enzima llamada lisozima. Ésta ataca a las bacterias y ayuda a proteger los ojos de las infecciones.

Las vías respiratorias filtran de forma eficaz las partículas del aire que se introducen en el organismo. Los tortuosos conductos de la nariz, con sus paredes cubiertas de moco, tienden a eliminar gran parte de la materia entrante. Si un organismo alcanza las vías respiratorias inferiores, el latido coordinado de unas minúsculas prominencias similares a pelos (cilios) cubiertas de moco, lo transportan fuera del pulmón. La tos también ayuda a eliminar estos microorganismos.

El tracto gastrointestinal cuenta con una serie de barreras eficaces, que incluyen el ácido del estómago y la actividad antibacteriana de las enzimas pancreáticas, la bilis y las secreciones intestinales. Las contracciones del intestino (peristaltismo) y el desprendimiento normal de las células que lo revisten, ayudan a eliminar los microorganismos perjudiciales.

El aparato genitourinario del varón se encuentra protegido por la longitud de la uretra (alrededor de 20 cm). Debido a este mecanismo de protección, las bacterias no suelen ingresar en la uretra masculina, a menos que sean introducidas allí de forma no intencionada a través de instrumental quirúrgico. Las mujeres cuentan con la protección del ambiente ácido de la vagina. El efecto de arrastre que produce la vejiga al vaciarse es otro mecanismo de defensa en ambos sexos.

Las personas con mecanismos de defensa debilitados son más vulnerables a ciertas infecciones. Por ejemplo, aquellos cuyo estómago no secreta ácido son particularmente vulnerables a la tuberculosis y a la infección causada por la bacteria Salmonella. El equilibrio entre los diferentes tipos de microorganismos en la flora intestinal residente también es importante para mantener las defensas del organismo. En ocasiones, un antibiótico tomado para una infección localizada en cualquier otra parte del cuerpo, puede romper el equilibrio entre la flora residente permitiendo que aumente el número de microorganismos que provocan enfermedades.

Mecanismos de defensa inespecíficos

Cualquier lesión, incluyendo una invasión de bacterias, produce inflamación. La inflamación sirve, parcialmente, para dirigir ciertos mecanismos de defensa al punto en que se localiza la lesión o la infección. Con la inflamación, aumenta el aporte de sangre y los glóbulos blancos pueden traspasar los vasos sanguíneos y dirigirse a la zona inflamada con más facilidad. El número de glóbulos blancos en el flujo sanguíneo también aumenta, ya que la médula ósea libera una gran cantidad que tenía almacenada y, de inmediato, comienza a producir más.

La primera variedad de glóbulos blancos que entra en escena son los neutrófilos, que comienzan a ingerir microorganismos invasores e intentan contener la infección en un espacio reducido. Si la infección continúa, los monocitos, otra clase de glóbulos blancos con una habilidad aún mayor para ingerir microorganismos, llegarán en cantidades cada vez mayores.

Sin embargo, estos mecanismos de defensa inespecíficos pueden resultar desbordados ante una gran cantidad de microorganismos invasores, o por otros factores que reduzcan las defensas del cuerpo, como los contaminantes del aire (incluyendo el humo del tabaco).

Fiebre

La fiebre, definida como una elevación de la temperatura corporal superior a los 37,7 °C (medidos con el termómetro en la boca), es, en realidad, una respuesta de protección ante la infección y la lesión. La elevada temperatura corporal estimula los mecanismos de defensa del organismo al tiempo que causa un malestar relativamente pequeño a la persona.

Normalmente, la temperatura corporal sube y baja todos los días. El punto más bajo se alcanza alrededor de las seis de la mañana y el más elevado entre las cuatro y las seis de la tarde. Aunque se suele decir que la temperatura normal del cuerpo es de 37 °C, el mínimo normal a las seis de la mañana es de 37,1 °C y el máximo normal a las cuatro de la tarde será de 37,7 °C.

El hipotálamo, una parte del cerebro, controla la temperatura corporal; la fiebre es consecuencia de la nueva regulación del termostato del hipotálamo. La temperatura corporal aumenta a un nuevo nivel superior del termostato desplazando la sangre de la superficie de la piel hacia el interior del cuerpo, reduciendo con ello la pérdida de calor. Los escalofríos pueden producirse para incrementar la producción de calor mediante la contracción muscular. Los esfuerzos del organismo por conservar y producir calor continuarán hasta que la sangre llegue, en el hipotálamo, a la nueva temperatura más elevada. Entonces los mecanismos habituales mantendrán dicha temperatura y, posteriormente, cuando el termostato vuelva a su nivel normal, el cuerpo eliminará el exceso de calor a través del sudor y mediante el desvío de la sangre hacia la piel. Los escalofríos pueden aparecer cuando la temperatura desciende.

La fiebre puede seguir un cuadro en el cual la temperatura alcanza un máximo diario y luego vuelve a su nivel normal. Por otro lado, la fiebre puede ser remitente, es decir, que la temperatura varía pero no vuelve a la normalidad. Ciertas personas, como por ejemplo los alcohólicos, tanto las de edad avanzada como las muy jóvenes, pueden tener un descenso de la temperatura como respuesta a una infección grave.

Las sustancias productoras de fiebre reciben el nombre de pirógenos. Éstos pueden provenir del interior o del exterior del organismo. Ejemplos de pirógenos formados en el exterior del cuerpo son los microorganismos y las sustancias que éstos producen, como las toxinas.

En realidad, los pirógenos provocan fiebre al estimular el organismo para que produzca sus propios pirógenos. Los pirógenos formados dentro del organismo suelen ser producidos por un tipo de glóbulo blanco llamado monocito.

Sin embargo, la infección no es la única causa de fiebre; ésta también puede ser consecuencia de una inflamación, un cáncer o una reacción alérgica.

Determinación de la causa de la fiebre

Por lo general, la fiebre tiene una causa obvia, como la gripe o la neumonía. Pero en otros casos la causa es sutil, como una infección del revestimiento interno del corazón (endocarditis bacteriana). Cuando una persona tiene al menos 38,3 °C de fiebre y una investigación exhaustiva no consigue descubrir la causa, el médico puede denominarla fiebre de origen desconocido. Las causas potenciales de dicha fiebre incluyen cualquier trastorno que eleve la temperatura corporal, pero las causas más frecuentes entre los adultos son las infecciones, las enfermedades causadas por anticuerpos generados contra los tejidos de la propia persona (enfermedades autoinmunes) y un cáncer no descubierto (en especial, la leucemia o un linfoma).

Para determinar la causa, el médico indaga acerca de los síntomas y enfermedades presentes y pasados, medicaciones actuales, exposición a infecciones, viajes recientes, etc. El cuadro que sigue la fiebre no suele contribuir al diagnóstico. Sin embargo, hay algunas excepciones; por ejemplo, una fiebre que aparece cada dos o tres días es típica del paludismo.

Los viajes recientes, en especial al extranjero, o la exposición a ciertos materiales o animales, pueden dar pistas sobre la causa de la fiebre. En regiones de un determinado país son frecuentes unas infecciones, mientras que en otras abundan otras diferentes.

Una persona que ha bebido agua contaminada (o que ha tomado hielo hecho con agua contaminada) puede desarrollar fiebre tifoidea. Una persona que trabaja en una planta de envasado de carne puede tener una brucelosis.

Después de realizar este tipo de preguntas, el médico practica una exploración física completa para encontrar el origen de la infección o evidencia de alguna enfermedad. Dependiendo de la intensidad de la fiebre y de las condiciones del paciente, la revisión puede ser realizada en el consultorio del médico o bien en el hospital.

Los análisis de sangre pueden ser utilizados para detectar la presencia de anticuerpos contra un microorganismo, para hacerlo crecer en un cultivo y para determinar el número de glóbulos blancos. Puede observarse un incremento en los valores de un anticuerpo específico y ello puede ayudar a identificar al microorganismo invasor. El aumento en la cantidad de glóbulos blancos suele indicar infección. El recuento diferencial (la proporción de distintos tipos de glóbulos blancos) proporciona más pistas. Un aumento en los neutrófilos, por ejemplo, sugiere una infección aguda por bacterias. Un aumento en los eosinófilos sugiere una infestación parasitaria, por ejemplo, por cestodos o por nematodos.

La ecografía, la tomografía computadorizada (TC) y la resonancia magnética (RM) pueden ayudar a establecer un diagnóstico. La gammagrafía con leucocitos marcados puede ser utilizada para identificar áreas de infección o inflamación.

Para realizar esta prueba, el paciente recibe una inyección de glóbulos blancos que contienen un marcador radiactivo. Como los glóbulos blancos son atraídos a las zonas infectadas y, en este caso, los inyectados tienen un marcador radiactivo, el examen puede detectar una zona de infección. Si los resultados de esta prueba son negativos, el médico puede necesitar obtener una muestra del hígado (biopsia), de la médula ósea u otra área de la cual se sospeche. La muestra es examinada posteriormente al microscopio.

Tratamiento de la fiebre

Dados los potenciales efectos beneficiosos de la fiebre, se discute si ésta debe ser tratada de forma rutinaria. De todos modos, un niño que haya tenido una convulsión como resultado de la fiebre (ataque febril) debe recibir tratamiento. Del mismo modo, un adulto con un problema cardíaco o pulmonar suele recibirlo porque la fiebre puede aumentar la necesidad de oxígeno. Estas necesidades aumentan un 7 por ciento por cada 0,17 ºC de aumento de la temperatura corporal a partir de los 37 ºC. La fiebre también puede provocar cambios en la función cerebral.

Los fármacos utilizados para hacer descender la temperatura corporal reciben el nombre de antipiréticos. Los más usados y eficaces son el paracetamol y los antiinflamatorios no esteroideos, como la aspirina. Sin embargo, en los niños y adolescentes no se combate la fiebre con aspirinas porque ésta aumenta el riesgo de sufrir el síndrome de Reye, que puede ser mortal.

Mecanismos de defensa específicos

Una vez desarrollada la infección, todo el poder del sistema inmunitario entra en acción. Éste produce varias sustancias que específicamente atacan a los microorganismos invasores. Por ejemplo, los anticuerpos se adhieren a éstos y ayudan a inmovilizarlos. Así pueden destruirlos, directamente o bien ayudar a los glóbulos blancos a localizarlos y eliminarlos. Además, el sistema inmunitario puede enviar un tipo de células conocidas como células T asesinas (otra clase más de glóbulos blancos) para atacar específicamente al organismo invasor.

Los fármacos antiinfecciosos, como los antibióticos, o los agentes antimicóticos o antivíricos, pueden ayudar a las defensas naturales del cuerpo. Sin embargo, si el sistema inmunitario se encuentra gravemente debilitado, estos fármacos no suelen ser eficaces.


Tomado de:

* Manual Merck.  Informacion medica para el hogar.

BIOTA NORMAL (FLORA NORMAL)

Durante los muchos milenios de evolución, los seres humanos hemos desarrollado una relación intima y compleja con el mundo de los microorganismos.  Desde el nacimiento hasta la muerte, nuestro cuerpo es habitado por cientos de especies de bacterias y hongos.  Algunos hacen del cuerpo humano su hogar permanente y otros residen en él solo temporalmente, aunque sean inocuos.   En la mayoria de las personas sanas existen diez veces mas celulas microbianas que células humanas.  De hecho, nuestra buena salud, se debe, en parte, a la relación con algunos microorganismos.

Los microorganismos que mantienen una relación estable con los seres humanos constituyen nuestra biota normal (flora normal).  Estos microorganismos crecen y se multiplican debido a que están adaptados a vivir en el cuerpo humano.  En la mayoria de los casos no causan enfermedades.

La biota normal solo habita en las superficies del cuerpo.  Pero, anatomicamente, existen superficies externas e internas.  Las superficies externas, como la piel, están en contacto directo con el ambiente y, por lo tanto, con los microorganismos.  Las superficies internas están expuestas indirectamente al medio ambiente.  Por ejemplo, los intestinos albergan los microorganismos que penetran en el cuerpo por la boca.

Las superficies corporales externas que poseen una biota normal de microorganismos incluyen la piel y la cubierta externa del ojo.  La biota normal también habita las superficies internas de la nariz, la boca, el tracto intestinal, la vagina y la uretra .  Los microorganismos que se encuentran en cualquier tejido del cuerpo (como el cerebro, el corazón, el músculo, o el hueso) no forman parte de la biota normal y pueden provocar enfermedades.


LA BIOTA RESIDENTE: Esta conformada por especies microbianas que se encuentran en el cuerpo humano a lo largo de toda la vida excepto en el embrión que es esteril.  Son residentes permanentes.

LA BIOTA TRANSEUNTE: esta constituida por especies microbianas que pueden ser aisladas a partir de las superficies corporales en determinadas circunstancias, pero no están presentes como residentes permanentes, no forman parte de la biota normal.

LOS OPORTUNISTAS: Son microorganismos que causan enfermedad cuando se presenta una buena oportunidad.  Normalmente, la oportunidad es un desequilibrio del sisteman inmunitario, es decir, de las defensas normales del cuerpo contra la infección.  También puede ser resultado de un tratamiento médico, como sucede con el uso de antibioticos de amplio espectro (antibióticos que actúan contra una amplia variedad de bacterias).

LA BIOTA VARIABLE. La biota normal del cuerpo es permanente y relativamente estable, pero cambia con el tiempo.  A medida que la persona crece y se desarrolla, su cuerpo cambia y por tanto se modifica el ambiente de su biota microbiana.  Así, algunas especies desaparecen, mientras que otras nuevas se establecen. Por ejemplo:

   
  •     Microbiota de la boca: Aparecen con el primer diente.
  •      Microbiota del intestino: Mientras el niño es amamantado son bacterias del ácido láctico que mantienen el intestino en un pH ácido e impide la invasión por bacterias que provocan diarreas.
  •     Microbiota de la vagina: En los fetos femeninos, los estrógenos de la madre difunden hasta la niña y provocan la sintesis de glucógeno, que servirá como fuente para el crecimiento de bacterias del ácido láctico (mientras la niña esté dentro de la madre). Después desde el nacimiento hasta la pubertad la vagina puede ser infectada, pero en ese tiempo la niña no suele tener relaciones sexuales, aunque el intestino sí se puede infectar. En la pubertad las bacterias del ácido láctico acidifican la vagina.

BIOTA NORMAL Y SIMBIOSIS

El cuerpo y su biota normal viven en una relación simbiótica.  La simbiosis se aplica a dos tipos diferentes de organismos que viven juntos.  Los tres tipos principales de simbiosis son: el comensalismo, el mutualismo y el parasitismo, se diferencian en función del perjuicio o beneficio causado al hospedador.



El comensalismo es una realción simbiotica en la cual una de las partes ni se perjudica ni se beneficia, mientras que la otra se beneficia.  En este caso, el hospedador humano es el primero y el organismo comensal (que se beneficia) es el microorganismo.  Las simbiosis comensales tienden a ser duraderas y estables.  Generalmente son producto de una evolución extensiva.  La estabilidad de las relaciones comensales las hace compatibles con la salud, que es un estado de equilibrio.  En las relaciones comensales entre los microorganismos y los seres humanos, los primeros se benefician al disponer de un hábitat adecuado, asi como de nutrientes.  La mayor parte de nuestra biota normal está constituida por microorganismos comensales.  Entre ellos se encuentra Escherichia coli. 


El mutualismo es una relación simbiótica en la que se benefician ambas partes.  En la mayoria de los casos, el beneficio del mutualismo es escencial para ambas partes (ninguno puede sobrevivir sin el otro).  Al igual que el comensalilsmo, el mutualismo es un tipo de simbiosis altamente evolucionada y extremadamente estable.  Los rumiantes (vacas y otros mamiferos que vuelven a masticar la hierba ingerida) tienen una relacion mutualista con los microorganismos de su tracto digestivo que fermentan la celulosa. El rumiante es capaz de usar la celulosa como una fuente primaria de alimento, y el microorganismo obtiene nutrientes y un hábitat adecuado.

En el parasitismo, el hospedador es dañado por su compañero simbiótico y el parásito se beneficia.  En medicina clínica, a los parásitos microbianos se les denomina patógenos, y el término parásito se reserva a los patógenos eucariotas que no son hongos (protozoos, gusanos y los insectos).  El parasitismo es generalmente, una simbiosis inestable en la cual el hospedador muere o se defiende con éxito, eliminando el patógeno de su cuerpo.  Esta inestabilidad indica que los dos organismos están mal adaptados a vivir juntos y, probablemente, han evolucionado conjuntamente durante un periodo de tiempo relativamente corto.

INFECCIONES EN EL CUERPO HUMANO

La infección es la invasión de microorganismos causantes de enfermedades en los tejidos del cuerpo y que pueden producir daño en los mismos.





En la utilización clínica del término infección, el organismo colonizador es perjudicial para el funcionamiento normal y supervivencia del huésped, por lo que se califica al microorganismo como patógeno.

Aunque todos los organismos pluricelulares son colonizados en algún grado por especies exteriores, la inmensa mayoría de estas habitan en una relación simbiótica o sin consecuencias para el huésped. Un ejemplo de lo anterior, son las especies de bacterias anaerobias que colonizan el colon de los mamíferos; otro ejemplo son las distintas especies de estafilococos existentes en la piel humana.

Una infección activa es el efecto de una lucha en la cual el organismo infectante trata de utilizar los recursos del huésped para multiplicarse, a costa del mismo. El estado de la infección es, de manera frecuente, simplemente cuestión de las circunstancias. Casi todo organismo, en las condiciones adecuadas, puede volverse patógeno y casi ningún organismo, si está presente en pequeñas cantidades y en áreas bien protegidas por el sistema inmunitario del huésped, puede llevar a cabo una infección comprometedora.

Una enfermedad infecciosa es la manifestación clínica consecuente a una infección provocada por un microorganismo —como bacterias, hongos, virus, y a veces, protozoos, etc.— o por priones. En el caso de agentes biológicos patógenos de tamaño macroscópico, no se habla de infección sino de infestación.
En el caso de infección o infestación por protozoos, vermes o artrópodos se habla de enfermedad parasitaria, ya que dichos grupos han sido estudiados tradicionalmente por la parasitología.


TIPOS DE INFECCION

Las infecciones se pueden clasificar según el agente infeccioso en:

  • Infecciones causadas por bacterias
  • Infecciones causadas por virus
  • Infecciones causadas por hongos
  • Infecciones causadas por protozoarios.

  • INFECCIONES BACTERIANAS



LAS BACTERIAS:  Son organismos unicelulares que presentan un tamaño de algunos micrómetros de largo (entre 0,5 y 5 μm, por lo general) y diversas formas incluyendo esferas, barras y hélices. Las bacterias son procariotas y, por lo tanto, a diferencia de las células eucariotas (de animales, plantas, etc), no tienen núcleo ni orgánulos internos. Las bacterias son los organismos más abundantes del planeta. Son ubicuas, encontrándose en todo hábitat de la tierra, creciendo en el suelo, en manantiales calientes y ácidos, en desechos radioactivos,[1] en las profundidades del mar y de la corteza terrestre.

Las infecciones bacterianas son enfermedades provocadas por bacterias patógenas. Cuando las bacterias de este tipo se introducen en el organismo y encuentran un ambiente adecuado, se reproducen y por lo común provocan fiebre y sensación de malestar general.

Las bacterias patógenas son una de las principales causas de las enfermedades y de la mortalidad humana, causando infecciones tales como el tétanos, la fiebre tifoidea, la difteria, la sífilis, el cólera, intoxicaciones alimentarias, la lepra y la tuberculosis. Hay casos en los que la etiología o causa de una enfermedad conocida se descubre solamente después de muchos años, como fue el caso de la úlcera péptica y Helicobacter pylori. Las enfermedades bacterianas son también importantes en la agricultura y en la ganadería, donde existen multitud de enfermedades como por ejemplo la mancha de la hoja, la plaga de fuego, la enfermedad de Johne, la mastitis, la salmonela y el carbunco.

Las enfermedades bacterianas mortales más comunes son las infecciones respiratorias, con una mortalidad sólo para la tuberculosis de cerca de dos millones de personas al año.   Otras enfermedades como la escarlatina, las otitis y las cistitis también son provocadas por bacterias. 

No todas las bacterias son patógenas, muchas de ellas brindan grandes beneficios, como es el caso de  las bacterias que hacen parte de nuestra flora intestinal.


  • INFECCIONES VIRALES 




LOS VIRUS: (de la palabra latina virus, toxina o veneno) son entidades biológicas que para reproducirse necesitan de una célula huésped. Cada partícula de virus o virión es un agente potencialmente patógeno compuesto por una cápside (o cápsida) de proteínas que envuelve al ácido nucléico, que puede ser ADN o ARN.   El ciclo vital de un virus siempre necesita de la maquinaria metabólica de la célula invadida para poder replicar su material genético, produciendo luego muchas copias del virus original. En dicho proceso reside la capacidad destructora de los virus, ya que pueden perjudicar a la célula hasta destruirla.

Las infecciones virales en humanos y animales por lo general dan como resultado una respuesta inmune del organismo invadido y, a menudo, enfermedades o incluso la muerte. Entre los padecimientos se incluyen el resfriado común, la gripe, la varicela, el sarampión, la hepatitis B, la fiebre amarilla, la rabia, el SIDA, etc. Muchas veces, el virus es completamente eliminado por el sistema inmunológico.

Las mejoras en el nivel de salud pública e higiene personal contribuyen en forma muy importante y efectiva a controlar la diseminación de las enfermedades infecciosas, incluyendo las causadas por virus. Sin embargo, las vacunas tienen un papel primordial en la prevención activa de las enfermedades virales en el hombre y en los animales.

Las vacunas pueden ser infecciosas (hechas con virus activos) o no infecciosas (hechas con virus inactivados).

El proceso de vacunación se basa en la idea de que se puede lograr inmunidad específica contra una enfermedad, en particular si se provoca ésta en condiciones controladas de manera que el individuo no padece los síntomas asociados con la enfermedad y el sistema inmune reacciona produciendo un arsenal de anticuerpos y células inmunes con capacidad para destruir o neutralizar cualquiera otra invasión por parte del mismo agente infeccioso.



  • INFECCIONES FUNGICAS



     El término FUNGI (latín, literalmente "hongos") designa un reino que incluye a los organismos celulares sin cloroplastos y por lo tanto heterótrofos que poseen paredes celulares compuestas por quitina y células con especialización funcional.  Los hongos son organismos eucarióticos que realizan una digestión externa de sus alimentos, secretando enzimas, y que absorben luego las moléculas disueltas resultantes de la digestion.  Hay muchas clases de hongos -unas 200.000 especies en la naturaleza- pero sólo una décima parte ha demostrado que produzcan patologías en el ser humano. Por contraposición, otras muchas especies son aprovechables y beneficiosas para el ser humano como es el caso de las setas o las levaduras y mohos que se añaden al pan o a los quesos así como las que se utilizan para la obtención de antibióticos como la penicilina o la estreptomicina

    A las infecciones producidas por hongos se les llama comunmente Micosis y se dividen normalmente en tres grupos atendiendo al lugar y al grado de afectación:

    1) Micosis profundas
    . También llamadas sistémicas, en éstas los hongos invaden vísceras como los pulmones, el bazo o el cerebro. Estos hongos son subdivididos en dos grupos: los oportunistas -que provocan la enfermedad en sujetos inmunodeprimidos- y los patógenos -que provocan la enfermedad en todos quienes inhalan sus esporas cuando son trasportadas por el aire.

    2) Micosis subcutáneas. Se implantan en el tejido subcutáneo y entran por cualquier pequeña herida, excoriación o traumatismo ya que los hongos no disponen de medios para introducirse a través de una piel sana.

    3) Micosis superficiales. Las que afectan a la piel, pelo, uñas y mucosas.

    Entre las micosis mas comunes se encuentran:

    -Candidiasis superficial:  se le llama a un grupo de infecciones de la piel y mucosas producidas por especies del género Cándida. La especie que más comúnmente es aislada es la Cándida albicans. Este hongo vive en la mucosa oral, nasal, gastrointestinal y vaginal de los seres humanos.

    -Aspergilosis. Los hongos del género Aspergillus pueden provocar diversas enfermedades, desde una reacción alérgica hasta una enfermedad invasiva grave. Se localizan fundamentalmente en los pulmones. Por lo general, es frecuente que aparezca en personas inmunodeprimidas.

    INFECCIONES POR PROTOZOOS




    Los protozoos, también llamados protozoarios, son organismos microscópicos, unicelulares eucarióticos; heterótrofos, fagótrofos, depredadores o detritívoros, a veces mixótrofos (parcialmente autótrofos); que viven en ambientes húmedos o directamente en medios acuáticos, ya sean aguas saladas o aguas dulces.

    La clasificación de Honigberg & col. (1964) , dominante en los textos de Zoología, trata a los protozoos como un sólo filo dividido en cuatro clases basadas sobre todo en el modo de locomoción:


    - Rizopodos  o sarcodinos (Rhizopoda). Estos protozoos, como las amebas, se desplazan por medio de pseudópodos, es decir, formando apéndices temporales desde su superficie y como proyección del citoplasma.
    -Ciliados: Aparecen rodeados de cilios y presentan una estructura interna compleja pero análoga a los flagelos, los cuales también se relacionan con citoesqueleto y centriolos. El paramecio (género Paramecium) es un representante muy popular del grupo.
    - Flagelados o mastigóforos (Mastigophora). Se distinguen por la posesión de uno o más flagelos. Los flagelos son filamentos más largos que los cilios cuyo movimiento impulsa a la célula. Suelen presentarse en un número reducido.
    - Esporozoos (Sporozoa). Parásitos con una fase de esporulación (división múltiple) y sin mayor movilidad. Hay varios grupos distintos sin mayor relación y no son todos protistas, sino que también hay animales y hongos. El ejemplo más conocido es el plasmodio (género Plasmodium), causante de la malaria.

    De los muchos miles de especies de protozoos, sólo unas veinte causan enfermedades en el hombre. Su impacto en la salud humana a nivel mundial es, sin embargo, desproporcionado a su número, calculándose que, en un momento dado, una cuarta parte de la humanidad está afectada por este tipo de enfermedades, que debilitan profundamente. La malaria sola es responsable de más de 100 millones de casos al año, un millón de los cuales son fatales.

    Nueva Gripe A H1N1

    Nueva Gripe A H1N1

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    Después de que el presidente Barack Obama declarara el estado de Emergencia Sanitaria por la gripe A, la confusión parece ser factor común en la sociedad norteamericana.




    gripenueva.blogspot.com/

    Por un lado los médicos se quejan de que no consiguen las dos variantes de la vacuna al mismo tiempo, y los supermercados ofrecen un descuento del 10 por ciento a los clientes que las compren, aún cuando no se adolece de tal cosa, lo que aumenta la demanda y la deseperación por la obtención de algún medicamento.

    La población se pregunta: ¿Atomizador o aguja? ¿Con o sin Thimerosal? ¿Inyecto a mis hijos pequeños sólo con una de las vacunas o con las dos? Otro factor que aumenta la confusión es la decisión del estado de Nueva York de exigir que los empleados de hospitales se pongan las dos vacunas. Muchos empleados la aceptaron como parte de sus deberes de proteger a los pacientes, pero algunos se mostraron en contra. El gobernador David A. Paterson suspendió la regulación el jueves porque, como era de esperarse, se agotó el suministro.

    Como si el panorama no fuera complicado, las autoridades federales norteamericanas advirtieron que más de 140 productos ofrecidos en internet que dicen pueden evitar, tratar o diagnosticar la gripe, formulan afirmaciones fraudulentas.

    Entre los productos falsos figuran objetos y aerosoles que dicen esterilizar el aire o superficies, y suplementos dietéticos que presuntamente refuerzan el sistema inmunológico. La Administración de Alimentos y Medicinas (FDA, por sus siglas en inglés) dijo haber descubierto incluso un Tamiflu falso a la venta en la red mundial sin necesidad de receta médica.

    Sumado a esto, hay toda clase de rumores inverósimiles en la red: que la vacuna de la gripe H1N1 no se ha probado, o que la hacen de monos africanos o fetos abortados. Los comentaristas conservadores Glenn Beck y Rush Limbaugh recomendaron incluso a sus oyentes que no se mediquen con la nueva vacuna, sugiriendo que podría ser mortífera o parte de una confabulación de parte de Barack Obama y de su gobierno para controlar la salud de los habitantes de los EEUU.

    A pesar de la confusión, los principales expertos finalmente esperan un resultado distinto: hay tantas vacunas que para enero o febrero habrá un lago de sobrante y no una escasez nacional.

    Tan pronto la gripe se vaya de los titulares -como pronostican, porque la ola otoñal de la pandemia puede haber alcanzado ya su pináculo- también bajará la demanda de vacunas. Eso significa que entonces el gobierno podrá donar decenas de millones de dosis de vacunas contra la gripe H1N1 a países pobres.


    Flu.gov

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